Macross/Robotech: We have won! (por ahora)

En este post les expliqué cuáles eran los detalles del engorroso embrollo legal -que todavía sospecho como instigado por Harmony Gold y Tatsunoko- que le impedía a Big West y Studio Nue comercializar Macross fuera de Japón y a Harmony Gold producir continuaciones de Robotech -que, en realidad, no se los impedía tanto como los obligaba a basarlas en una generación mucho menos popular que la Saga de Macross-.

En aquel momento una de mis reflexiones finales fue, y cito: “Más que la desaparición de Robotech a favor de Macross, mi deseo es que todas las marcas -Macross, Southern Cross, Mospeada, Robotech, e incluso Megazone 23 si quisieran hacer algo con “Robotech: La película” de 1986- las tuviera una sola distribuidora fuera de Japón, una menos dada a demandar a todo el que la mire a los ojos.”

Pues bien… eso no ha sucedido todavía, lamentablemente, pero lo que ha sucedido en recientes días es casi igual de bueno.

Continue reading “Macross/Robotech: We have won! (por ahora)”

Película: Wing Commander: Escuadrón espacial (1999)

Título original: Wing Commander
Año: 1999
Género: Ciencia-ficción, acción, espacial
Director: Chris Roberts
Duración: 100 minutos
País de origen: EEUU, Luxemburgo

Creo que las películas basadas en videojuegos harían bien en seguir el modelo de Mortal Kombat (1995). No, esa película no tenía toda la sangre y el gore del juego, pero en cambio: el argumento era fiel al de los dos primeros juegos sin ser exactamente igual; los personajes también eran fieles a sus contrapartes sin ser exactamente iguales, tanto en lo visual como en la caracterización -aunque varios se sintieron decepcionados cuando resultó que Scorpion y Sub-Zero eran secuaces de Shang Tsung sin más, en vez de rivales a muerte-; los efectos especiales resultaban convincentes -era 1995-; y el director era muy bueno para las escenas de acción y lo justo y necesario para las partes de conversación -Martin Scorsese no va a dirigir Sonic 2, vamos a estar claros-.
Su propia secuela, Mortal Kombat: Aniquilación (1997) no se molestó en conseguir un buen director para la acción ni para las conversaciones, ni buenos efectos especiales; y le pasó lo que le pasó. Sus predecesoras (Super Mario Bros., Double Dragon y Street Fighter) y muchas de sus sucesoras quebrantaron los dos primeros puntos, con el pretexto de que los argumentos y personajes de sus respectivos juegos eran tan nulos e indefinidos que había obligación de inventarse argumentos y caracterizaciones de cosecha propia. Seguro que es por eso que todo el mundo sacó en los 80s mil series animadas basadas en juguetes. Y seguro que también es por eso que alguien hizo una película de Clue -¡sí, el juego de mesa!- en el 85. Porque los juguetes y los juegos de mesa tienen argumentos muy cinematográficos y los videojuegos no, claro está. En fin, la hipotecaria.

El otro problema es que, como los juegos toman mucha inspiración del cine, hacer una película fiel a un videojuego sería copiar muchas películas que ya existen. Mortal Kombat es básicamente un remake de “Operación dragón” con poderes y música tecno. Haber hecho Doom (2005) fiel a su juego hubiera sido hacer Alien 2 o Event Horizon con zombis y demonios. Mi contraargumento es el siguiente: ¿Y qué? Star Wars es una epopeya medieval en el espacio y nadie -excepto la gente desagradable- dice nada. Batman es El Zorro vestido de murciélago y nadie -salvo los arriba mentados- dice nada. Aun Sonic es ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) con un erizo y sin un encubrimiento por asesinato y… ya sabemos. Así que no veo cuál es el gran problema en que las películas de videojuegos sean derivativas de otras. Ocurre todo el tiempo.

No obstante, para 1999 estaba más claro que el agua: las películas de videojuegos están destinadas a ser malas. Pero Wing Commander “sí iba a ser buena”, porque contaba con un director que velaría por ello; nada menos que el mismo Chris Roberts, el creador de los juegos. Roberts, una especie de Hideo Kojima norteamericano, había incorporado a los juegosescenas en FMV (full motion video) con actores reales a partir de la tercera entrega, Heart of the Tiger. En dichas escenas había trabajado con actores como el mismísimo Mark Hamill, así como Thomas F. Wilson (Biff, en Volver al futuro), John Rhys-Davies o Malcolm McDowell. Era la elección perfecta para dirigir la película. ¿O no?

Aclaro: El único que he jugado de los juegos ha sido el primero, y solo hasta la quinta o sexta misión, más o menos.


En el siglo 27, la Tierra es un gobierno de un solo mundo, llamado “Confederación Terrana”, actualmente amenazada por el “Imperio Kilrathi”, una raza de felinoides mutuamente idénticos y empeñados en aniquilar a la raza humana para ocupar la Tierra. Por lo tanto, se ha entablado una guerra a muerte para exterminar a la otra parte por completo antes de que ésta haga lo mismo.

No afirmo nada; solo digo que me resulta medio sospechoso que los buenos sean “confederados” y los malos unos asesinos sanguinarios fanáticos, todos iguales y con ojos rasgados. ¿A ustedes no?

La Confederación ha desarrollado además una tecnología de computadoras navegantes con inteligencia artificial, o Navcom IA: capaces de calcular lo más perfectamente posible cualquier salto espacial a velocidad luz -el “warp” o “hiperespacio”, ya saben ustedes-. Pues bien; un grupo de Kilrathi acaba de destruir un puesto avanzado confederado para robar la Navcom IA que allí había. Su plan es utilizarla para calcular un salto espacial directamente hacia la órbita de la Tierra, con lo cual toda su flota podría atacar y destruir el planeta de un solo golpe. La salvación recae sobre el piloto Christopher Blair (Freddie Prinze Jr.) y su compinche Todd “Maniático” Marshall (Matthew Lillard), recién llegados a la nave estelar TCS Garra de Tigre para entregar un mensaje en clave advirtiendo del ataque, y que terminan por integrarse al escuadrón de pilotos de combate de la nave, liderados por “Angel” Deveraux (Saffron Burrows), su comandante de ala (“¡Ja! ¡Ja! ¡Lo dijo! ¡Lo dijo!”).
Pero también hay un detalle importante: Blair es mitad Peregrino. Su madre fue Peregrina. Los Peregrinos eran humanos que desarrollaron la predisposición genética a navegar en el espacio sin mapas ni computadoras ni ninguna ayuda de ninguna clase, lo cual los llevó a creerse superiores a los humanos normales -y, mira, la verdad es que, dicho así, lo son…-, y, por consiguiente, a una guerra humano-Peregrina. Por lo tanto, casi toda la nave se muestra prejuiciosa contra Blair. Deberá demostrar su verdadero valor como persona y ganarse el respeto de sus compañeros, así como el de sus superiores.

Hay un capítulo famoso de Viaje a las estrellas, la serie original, llamado “Balance de terror”. Este capítulo, uno de los mejores de toda la serie, se trata de que el Enterprise persigue y trata de destruir una nave romulana, capaz de hacerse invisible, pero quedando incapaz de atacar a menos que se haga visible de nuevo. El capítulo es básicamente un remake de El zorro del mar (The Enemy Below, 1957), una película de submarinos de la SGM, pero en el espacio -la nave romulana es una metáfora del submarino nazi, que puede sumergirse bajo el agua pero debe subir a la superficie para poder atacar-.
Pues bien; una parte de Wing Commander es Balance de terror. Hay combate espacial entre enormes naves bandera que hacen de portaaviones unas veces sí (cuando despliegan cazas para que se peleen) y unas veces no (como cuando la Garra de Tigre se ve obligada a no hacer ruido para que no los detecte el radar enemigo, como si fuera ella un submarino y los Kilrathi un destructor). Hay exclamaciones de “¡Todo a babor!” y gente metiendo torpedos en tubos para dispararlos. Incluso adoptan el detalle de que uno de los tripulantes aliados tenga parientes de la misma nacionalidad que el enemigo -aunque en este caso es un enemigo contra el que no se está luchando actualmente- y que por ello todos los demás lo miren con desconfianza.
La otra parte es Top Gun; hay pilotos egocéntricos que terminan cometiendo errores que les cuestan la vida a ellos o a sus compañeros, hay naves enemigas persiguiendo a naves buenas que no logran quitárselas de encima hasta que sus compañeros los salvan… todo lo que estamos acostumbrados a ver, ya sea de la fuente original o de imitaciones.

Pero, como ya he dicho, eso no tendría por qué ser un problema. Siempre que el argumento y el mundo se parezcan al de los juegos, y el director sea competente y sepa lo que hace, todo está bien. Pero no es así.

Vamos a comenzar por el director. Chris Roberts no es director de cine; es director de escenas de videojuegos en FMV. Todo aquel que haya visto o jugado un juego con escenas en FMV sabe que éstas no suelen contar con buena producción, actores convincentes, o directores que puedan o sepan proporcionar cualquiera de las dos anteriores. Y, desafortunadamente, así es ver esta película; como ver una serie de escenas en FMV para un videojuego -específicamente, un shooter sobre rieles que casi no tuviera partes jugables-. Nadie actúa bien en toda la película, y ninguno de sus personajes resulta generar simpatía. Los pilotos -Maniático, en particular-, parecen más personajes de American Pie que de Wing Commander; la excepción es Angel, tan estricta como para parecer un robot. El capitán de la Garra de Tigre y su segundo al mando (Jürgen Prochnow, el capitán del submarino alemán en “Das Boot”) parecen villanos de caricatura en su total incapacidad de dirigirse a Blair excepto con asco y odio, y su propensión a racionalizar por qué Blair tiene toda la culpa de lo que les pasa a ellos -aunque esta crítica ya no parece tan bien fundada en el año 2020…-. Y los Kilrathi, con su ausencia tanto de carácter como presencial, no pasan de “malos”. El único actor que da la talla es David Warner como el almirante de la flota Confederada, y eso porque sale muy poco y sin ganas. Actúa tan poco que no alcanza a actuar mal.

Luego está el tema de las escenas en el espacio. En el juego las naves están dibujadas con colores brillantes para que las puedas ver en pantalla. En la película pasa lo contrario porque son todas grises e indistintas, además de que sus diseños han sido cambiados respecto a los del juego -por ejemplo, las “Rapier” fueron construidas con el fuselaje de antiguos cazas británicos y ése es su aspecto, cuando en el juego son más bien tipo X-Wing-. Pero es que además se mueven muy lentamente, sin hacer las acrobacias bruscas que se suelen ver en películas de este tipo y que les imprimirían mayor sentimiento de emoción a las escenas. El resultado son algunas de las escenas de combate espacial menos emocionantes y de aspecto más oscuro e indistinto que se hayan visto. Roberts hizo todo esto aparentemente a propósito para evitarse comparaciones con Star Wars, porque iban a salir el mismo año que La amenaza fantasma. Pues no solamente son las comparaciones inevitables, sino que Wing Commander lleva las de perder. ¿Qué tanto? Simplemente les diré que esta película hace parecer interesante a la porción espacial de la batalla de Naboo. Así es.

Y este punto es más bien uno de importancia menor, pero -para mí- no tiene el mismo peso dramático que el “MacGuffin” (el objeto que desencadena el principio de la trama) sea una computadora de navegación que el que tendría si fuera un arma destructora de planetas, una fuente de energía poderosa, un lugar secreto o algo por el estilo. Esto sirve para anular aún más la credibilidad de los Kilrathi como amenaza; desde que comienza la película, queda claro que están más que destinados a perder como unos bobos si sus naves no tienen forma de calcular saltos hiperespaciales y las de los humanos sí.

La película termina no estando a la altura de sus antecesoras películas de videojuegos, y cuando digo “a la altura” quiero decir “no es de esas que son tan malas que te ríes”. Super Mario Bros. tenía, por lo menos, un diseño artístico llamativo -pero completamente incorrecto-, Street Fighter tenía a Raúl Juliá interpretando excesiva y magistralmente al villano, y Mortal Kombat: Aniquilación tenía unos efectos especiales tan ridículos que había que ver para creer. Wing Commander tiene unos personajes de caricatura, pero que no llegan a ser Raúl Juliá; un diseño artístico distinto al del juego, pero no llamativo; y unos efectos especiales poco convincentes pero no tanto (no tan poco convincentes, es decir). Es mala, pero no es “tan mala que te ríes” ni “tan mala que te hace enfadar”. Es mala, simplemente.

Los dejo con un par de imágenes de los Kilrathi -que en el juego tienen melena- que se ven mejor que en la película, en la cual pasan sus pocas y breves apariciones bañados en luz verde -seguramente para esconder lo feos que se ven los trajes animatrónicos-.

Y el trailer de la película (en inglés):

En conclusión: Mala, pero mala a secas, no mala nivel “famosa en Internet”. Quizás esto termine jugando a su favor algún día y le surjan fanáticos que la adoren simplemente por ser desconocida (hasta que, inevitablemente, se vuelva más conocida, desde luego).

Película: “Robot Jox”

¡ACTUALIZADA CON UN NUEVO VIDEO! 03-10-2020

Título original: Robot Jox
Año: 1989
Género: Acción, ciencia ficción
Director: Stuart Gordon
Duración: 85 minutos
País de origen: EEUU

Robot Jox fue hija de su co-escritor y director, Stuart Gordon, mejor conocido por su adaptación de “Herbert West, Reanimador” pero que se movió en todo tipo de géneros, incluyendo la ciencia ficción y la comedia. Habiendo visto que estaban de moda las series animadas de robots gigantes peleadores, tales como Transformers, Gobots o Voltron, quiso ser el primero en llevar el concepto a la imagen “en vivo”. Primero consiguió un presupuesto humilde, pero suficiente, de parte de la compañía Empire Pictures, de Charles Band, un tipo tan de serie Z que hace que Roger Corman parezca James Cameron. Luego consiguió que un buen amigo suyo, el escritor de ci-fi Joe Haldeman (autor de “La guerra interminable”) le escribiese el guión.

Y a partir de aquí se fue todo al cuerno, porque Gordon y Haldeman estuvieron muy peleados respecto a cómo abordar la historia de la película. Haldeman quería hacer “La guerra interminable” con robots; una reflexión seria, verosímil y creíble acerca de las consecuencias materiales y psicológicas que tenían los combates entre máquinas sobre sus pilotos. Gordon buscaba una de robots pegándose, explosiones y “América” ganando la Guerra Fría. Hasta el sol de hoy, Haldeman desprecia la película, habiéndola descrito una vez como “igual a tener un hijo que naciera normal y luego sufriera daño cerebral”. Pero lo peor fue la bancarrota de Empire Pictures, que provocó que la película, terminada en 1987, no se estrenara sino hasta después de que tanto los robots gigantes como la Guerra Fría pasaran de moda. Fue un fracaso de taquilla y las pocas críticas que tuvo fueron negativas.

Hoy en día se la emplea en comparaciones con las de Transformers de Michael Bay, destinadas exclusivamente a poner a estas últimas como peores. Pero tiene méritos que a continuación deseo exponer.


Estamos situados cincuenta años después de la Tercera Guerra Mundial -no dicen el año exacto-. El mundo se divide entre los países que pertenecen a “La Confederación” (la URSS) y los que son de “El Mercado” (EEUU). No hay más guerras; ahora las disputas territoriales se deciden en combates con robots gigantes, cuyos pilotos son los “Robot Jox”, entrenados para pelear en estas máquinas.
El Jox número uno del Mercado es Aquiles (Gary Graham), un tipo “buena gente”, poco inteligente pero de gran corazón; mientras que el más duro de la Confederación es Alexander (Paul Koslo), un ruso maniático y sediento de sangre obsesionado con matar a Aquiles. En la décima y última pelea de Aquiles, Alexander lo tira contra las gradas y mueren trescientas personas. Aunque al final la pelea fue declarada empate, Aquiles queda traumatizado y deja los combates para siempre. Pero se verá obligado a volver cuando Alexander, que sigue siendo un loco hambriento de muerte, amenace con matar a Atena (Anne-Marie Johnson), creada genéticamente y primera Jox mujer, a su vez obsesionada con ocupar el puesto de Aquiles como mejor Jox del momento.

La película es como RoboCop o Invasión (Starship Troopers) si hubieran sido hechas en serio, en vez de “en broma pero que nadie se dé cuenta”. Los personajes son caricaturas humanas -Alexander es un villano de Rambo, el estratega táctico del Mercado es un estereotipo de vaquero con sombrero y todo, Aquiles tranquilamente podría resultar ser de Buenos Aires y decir “mátenlos a todos”, Atena es como Spock mezclado con Khan…-, sus motivaciones son más insinuadas que explícitas, y sus intérpretes son apenas lo mínimo que se despacha -aunque seguro que Paul Koslo la pasó de maravilla fingiendo acento ruso-. Hay detalles como que EEUU se llame “Mercado”, que la tasa de natalidad ha descendido a tal nivel que existen campañas concientizadoras exhortando a las mujeres a salir embarazadas, o que Aquiles nunca se leyó el contrato en el que accedía a participar en diez peleas porque no sabe leer ni escribir, o que Alexander siempre mate cruelmente a sus adversarios en contra de las reglas pero que nadie lo haya sancionado por ello;pero no están puestos ahí en clave de humor. Su propósito parece ser enriquecer el mundo de la película, en vez de ridiculizarlo.
Es posible que esa haya sido la intención desde el primer momento, y crea la sensación de que nadie -excepto tal vez Haldeman- se dio cuenta de las implicaciones que ello tenía. Es cuanto menos curioso ver una película que plantea un futuro distópico por puro gusto, tomando elementos de una sociedad (entonces) presente estropeada y simplemente incorporándolos a un mundo “emocionante” y llamativo, en contraste con otras visiones de futuro distópico que hacían lo mismo pero por pesimismo, o a manera de advertencia, tanto de antes como de después -Blade Runner, Soylent Green, La fuga de Logan, o la misma Invasión-.

Y sin embargo, yo creo que esta es mejor película hollywoodense de robots gigantes en live-action que Titanes del Pacífico (Pacific Rim). A diferencia de aquélla. Robot Jox tiene un ritmo veloz que le dedica el tiempo necesario a cada fase de su argumento; el inicio, el nudo y el desenlace. Ochenta y cinco minutos que se reparten bien entre la presentación de los personajes y la primera pelea de robots, el conflicto de Aquiles con Atena y consigo mismo, y finalmente la segunda -y última- pelea de robots. La historia no daba para más tiempo y por lo tanto no pretendieron que diera para más tiempo (Pacific Rim, en cambio, era un tercer acto de casi dos horas y quince minutos, con muchísima menos historia que ésta y personajes aún más de cartulina).

Efectivamente, apenas hay dos peleas de robots en toda la película -en realidad, apenas hay dos robots en toda la película-. Duran muy poco, pero están muy bien hechas. Y es que, como se espera de una película como esta, las verdaderas estrellas de la función son el diseño artístico y los efectos especiales. Hay cosas como un automóvil que vuela, interiores de las cabinas de los robots, pantallas azules relativamente bien disimuladas -Industrial Light and Magic ya lo hacía- y animación de miniaturas con la técnica “cuadro por cuadro” para crear a los robots en movimiento. Esta última técnica se reconoce más por la labor de Ray Harryhausen, pero aquí está muy bien utilizada ya que el movimiento es sumamente fluido, y, por lo mismo, pausado, lográndose así la ilusión de máquinas enormemente pesadas y potentes. Aunque soy muy admirador de los actores disfrazados y tomados en cámara lenta -“tokusatsu”, lo llaman-, esta manera de abordar el efecto me ha resultado gratamente convincente. ¡Ojalá hubiera marcado pauta esta película y que se hubieran hecho más con su misma temática y efectos!

Un video de la primera pelea para que vean a lo que me refiero.


Es fácil darse cuenta de que el libretista era un escritor de ciencia ficción, porque los controles de los robots quizás podrían llegar a ser reales si la tecnología llegara a avanzar lo suficiente. El método consiste en asegurarse con un soporte de metal por la cintura, y luego arrastrar los pies por un sensor de metal para caminar y mover unas palancas de control para los brazos, mismas que tienen botones para disparar las armas. Los robots demuestran, en principio, poder caminar, dar golpes y disparar armas, de modo que sus funciones se corresponden con sus controles. Eso me parece el mejor método de control de un robot gigante que he visto en la ficción.

El trailer de la película en VHS.

En conclusión: Robot Jox tiene un argumento pobre, poco pensado y sin mucho de lo que prometen la carátula o el trailer -peleas de robots-, pero que se pasa volando, y con un diseño artístico muy bien realizado a pesar de los pocos medios con los que contó. Recomendada por las peleas de robots.

“Mortal Kombat: Conquest”, la serie de televisión que fue una saga de falsas secuelas

En mi edad adulta he sabido muchas cosas que ignoraba acerca de la cultura pop de antaño y que ahora me fascinan como si lo supiera de toda la vida. Una de éstas es la industria de las “falsas secuelas”. Se tratan de películas que son publicitadas de manera engañosa (por el título, la carátula o como sea) para que parezcan continuaciones de famosas películas de Hollywood cuando no lo son realmente. De esta forma, algún espectador despistado podría morder el anzuelo, entrar creyendo que va a ver una segunda parte de, por ejemplo, “La Sombra” (1994), y en vez de eso encontrarse con personajes completamente distintos.

Ejemplos abundan y son de todos conocidos. Troll 2, magnum opus de Claudio Fragasso; El último escualo, que en España se llamó “Tiburón 3”; el “Terminator II” de Bruno Mattei; “Alien 2: Sobre la Tierra”; “Zombi 2”, falsa secuela de El amanecer de los muertos realizada por Lucio Fulci -y que tuvo varias secuelas propias más-… Y no solamente se daba en cines. Se sabe de una interminable saga de secuelas falsas de “Karate Kimura” (una copia italiana de Karate Kid), de películas de terror rebautizadas en Alemania como “Los guerreros del Bronx 3” y sepa Ud. cuántas entregas de “Retroceder nunca, rendirse jamás”, todo ello mucho más rentable en videotiendas que en cines. Una cosa de locos que apenas representa la punta del iceberg de las películas baratas no-hollywoodenses soltadas en VHS sobre audiencias que ignoraban la que les esperaba.

 

En 1998 se estrenó en EEUU una serie de televisión de Mortal Kombat “en vivo” (con actores de carne y hueso) llamada “Mortal Kombat: Conquest”. Esta serie se situaba 500 años antes de la primera película de Mortal Kombat (1995) y trataba las aventuras de Kung Lao, el antepasado de Liu Kang (no el pariente contemporáneo de sombrero filoso), junto co dos compañeros con los que iba por ahí ayudando a la gente y combatiendo contra villanos como Shang Tsung, Scorpion, Mileena, o incluso Quan Chi.

 

 

 

La serie, de ambientación y factura semejantes a lo que se podía ver en “Hércules: Los viajes legendarios” y “Xena, princesa guerrera”, solamente duró una temporada de 22 capítulos, a pesar de conseguir unos buenos índices de audiencia.

 

Pues bien; esta serie tardó mucho en ser editada en DVD, y parece ser que en España ni siquiera se vio por televisión. Pero, allá por principios de los 2000, cuando el formato DVD se empezó a poder piratear, sí se realizaron de forma no-oficial (pirata) una serie de DVDs “recopilatorios” que traían dos capítulos por disco, como si de una colección en VHS de las de antaño se tratase.

 

Y ahora viene lo bueno: Estas “compilaciones” eran pares de capítulos unidos como si cada uno fuera una película de 80 minutos y hechos pasar por secuelas de Mortal Kombat: Aniquilación (1997). Es decir, era una saga de falsas secuelas como las que hacían tantos estragos veinte años antes. Como no me consta que nadie esté tratando de fingir secuelas de Disney/Pixar o de los Vengadores (más bien tratan de fingir dichas películas mismas), he decidido que, hasta nuevo aviso, estas falsas secuelas de Mortal Kombat son la última gran saga de secuelas falsas en video. Su estatus como pretendientes al trono llevó a que intentaran venderse con unos títulos que mueven a la incredulidad, la extrañeza, las risas aguantadas, o todas las anteriores. Veamos…

 

 

MORTAL KOMBAT: CONQUEST, con el mismo título que la serie de televisión. Ésta se trata de un junte de los dos primeros capítulos de la serie. Hasta aquí vamos bien, pero el listón empieza a bajar con la que viene:

 

 

MORTAL KOMBAT: WARRIORS, que junta los capítulos 3 (aparición de Sub-Zero) y 4 (Kung Lao trata de encontrar la cura para una maldición de envejecimiento lanzada por Shang Tsung). El título no es indicativo de nada y tranquilamente se pudo haber aplicado a cualquier otro junte de capítulos, pero agárrense, que ahora viene lo bueno:

 

 

MORTAL KOMBAT: QUEEN, que junta los capítulos -agárrense- ¡6 y 18! En un solo empaque vienen uno de los primeros capítulos de la serie y uno de los últimos tratados de hacer pasar como si fuesen un solo largometraje. La continuidad queda para el olvido cuando Kung Lao y los suyos se vean las caras contra Noob Saibot (capítulo 6) e inmediatamente después “regrese” la malvada Emperatriz Kreeya para conquistar tanto la Tierra como el Outworld (capítulo 18). ¿De dónde regresó si en las dos anteriores “películas” no la vimos irse? ¡Ni siquiera la vimos llegar por primera vez!

Es posible que haya sido un error, porque Kreeya -según me revela la Wikipedia en inglés- debuta en el capítulo 16. ¿Quizás esta película debían haber sido los capítulos 16 y 18 y se confundieron? No parece ser el caso, porque ahora viene un título todavía más inverosímil:

 

 

¡¡MORTAL KOMBAT: TERMINATOR!! Otra vez: ¡¡MORTAL KOMBAT: TERMINATOR!! ¡Pero claro! ¿Cómo hacer para que la gente te compre tu DVD pirata de Mortal Kombat? Les insinúas que sale Terminator, como finalmente terminó siendo realidad en MK11. ¡No falla!

Aquí quiero añadir que estas compilaciones se hicieron y vendieron en otros países, no solamente en España. En ciertos lugares, hubo DOS entregas de Mortal Kombat: Terminator, y se llamaron “MORTAL KOMBAT: TX – TAJA TERMINATOR“, partes 1 y 2 -sí, partes 1 y 2-. En las carátulas se hacía muchísimo énfasis en que Taja (la acompañante de Kung Lao) estaba interpretada por Kristanna Loken, actriz que interpretó a la TX de Terminator 3: La rebelión de las máquinas. Evidentemente, la intención era hacer parecer no solamente que estábamos ante secuelas de Mortal Kombat, sino que Loken -desconocida en 1998- era la protagonista absoluta. ¡Igualito que cuando hacían pasar El regreso de los tomates asesinos por un protagónico de George Clooney, o La pequeña tienda de los horrores por uno de Jack Nicholson, o lo que le pasó a Stallone con “The Party at Kitty and Stud’s”! Por detalles como éstos es que considero a esta serie de falsas películas el último gran suspiro de la vieja cultura de “videotienda de barrio”.

Los capítulos aquí reunidos son el 8 (Taja es capturada por Shang Tsung con una ilusión de su padre muerto) y el 13 (un hombre quiere acompañar a Kung Lao, y todo parece normal hasta que el hombre es acusado de asesinato). Por lo mismo, no creo que la intención de MK: Queen haya sido iniciar el capítulo 16 y el 18, porque también está la no-española “MORTAL KOMBAT: DARK SHADOW“, que junta los capítulos 7 y 12; de donde podemos deducir que en cada disco se está siguiendo un patrón de “primeros capítulos” y “últimos”, el cual continúa con el siguiente título:

 

 

Alguien dijo “¿No les parece que nos estamos excediendo ya?” y así nació MORTAL KOMBAT: QUAN CHI, que podría pasar por un juego de esos como el “Mythologies: Sub-Zero” o el “Shaolin Monks”. En esta ocasión los capítulos recopilados fueron el 9 (la introducción de Quan Chi a la serie, con un plan para envenenar a los héroes con una pócima que les hace resaltar sus fallas de carácter) y el 14 (un circo ambulante resulta una treta de Quan Chi para reunir un ejército).

Ay, pero todas las grandes epopeyas de acción, aventura y artes marciales tarde o temprano llegan a su fin, y la nuestra termina con el final menos épico desde Las Tortugas Ninja III:

 

 

MORTAL KOMBAT: BATALLA FINAL, junte de los capítulos 21 y 22, los últimos de la serie.

 

¿Cómo sé cuáles capítulos están en cuál película? Por lo siguiente:

1. Tengo “Conquest”, “Queen” y “Terminator” grabados en un único disco, y así pude comparar las historias de cada una con las de sus respectivos capítulos.

2. En Abandomoviez pude confirmar cuáles capítulos componían “Conquest” y “Queen” y ver cuáles componían “Warriors” y “Batalla Final”.

3. En este canal de Dailymotion: El rincón de Sagat están subidos con el doblaje ibérico los capítulos 9 y 14. Al terminar el 9, se escucha un pie musical que se corta pero que continúa al darle play al video del 14, lo cual es indicio de que estos capítulos fueron juntados en una sola “película”, como ya hemos establecido; y además nos revela cómo se hicieron estos juntes; cortando los créditos finales de un capítulo, pegando detrás el inicio del otro, y añadiendo pies musicales foráneos para dar la ilusión de una transición entre escenas. Como en ambos capítulos figura Quan Chi, deduje que este junte correspondía a “Mortal Kombat: Quan Chi”.

 

Así que aquí la tienen: la última gran saga de falsas secuelas de videotienda. Vaya forma de despedirse, ¿eh?

Sonic: La película (2020)

https://es.web.img2.acsta.net/pictures/19/11/12/12/25/0815514.jpg

Título original: Sonic the Hedgehog
País de origen: EEUU
Género: Comedia, acción, aventuras
Año: 2020
Duración: 99 minutos

Acabo de regresar del cine luego de haber visto la película de Sonic el Erizo “en vivo” (live-action), que tanta -y tan desesperante- polémica desató por el aspecto de su personaje protagonista y la carrera -¡ja! ¡ja!- para diseñarlo de nuevo. No me detendré en eso.
Si leyeron mi texto acerca del impresentable fangame “Sonic Epoch Advance”, ya sabrán ustedes que toda la vida me han gustado los juegos de Sonic, y que siempre he albergado la esperanza de que su reputación pública se levante de nuevo. Pues he aquí la película que tal vez lo haya conseguido. No; estoy seguro de que lo consiguió. Así es; estoy recomendando Sonic: La película, por la que nadie daba un centavo y que parecía condenada al fracaso. Sigan leyendo y sabrán por qué…

——————————————————————————-

Como es común -pero no universal- en el microcosmos de las adaptaciones de Sonic a medios distintos al videojuego, aquí tenemos que Sonic es un extraterrestre que cae en nuestro mundo. A muy corta edad, Sonic descubrió su impresionante habilidad para correr a la velocidad del sonido -y cubierto de relámpagos como si fuera un Súper Saiyajin-. Los enemigos de su tutora, una lechuza llamada Garralarga, lo descubrieron, y para salvarlo, ella lo teletransportó a la Tierra utilizando un Anillo -esto, aunque no lo parezca, es una referencia a los videojuegos; específicamente, a Sonic 3D Blast, donde el objetivo era reunir pajaritos y meterlos dentro de Anillos grandes para teletransportarlos fuera de peligro-.
Diez años después, Sonic se las ha arreglado para vivir solo y en secreto en un pueblito de California llamado Green Hills, familiarizándose con sus habitantes, y sobre todo con su comisario de policía, Tom Wachowski (James Marsden, a quien yo conocí por primera vez como Cíclope en las películas de X-Men), quien planea mudarse a San Francisco porque desprecia su propio pueblo, en el que nunca pasa nada.
¡Ay, Tom, la que te espera! Porque Sonic, al no poder revelar su existencia a nadie, no tiene amigos en la Tierra; lo que realmente quisiera y que es la causa de sus mayores frustraciones. Desahogándose una noche, se pone a correr tan rápido que su poder provoca un pulso electromagnético capaz de cortar la electricidad de todo el noroeste de EEUU, lo cual atrae la atención del Dr. Robotnik (Jim Carrey), un científico gubernamental extremadamente despreciativo de la sociedad, que desarrolla una obsesión con capturar a Sonic y usarlo para darle poder a sus máquinas. Sonic termina por revelarle su existencia a Tom, y juntos se dirigen a San Francisco para recuperar la bolsa de Anillos de Sonic, los cuales éste necesita usar para teletransportarse a la Aldea de Hongos donde Garralarga le indicó que estaría a salvo de sus enemigos.

Cuando se supo que Carrey sería el villano, muchos supusieron que él sería lo único bueno de la película. Si bien él se encuentra en buena forma (actoral, aunque no necesariamente física ni, tristemente, mental), él no es lo mejor. Lo mejor de la película es, contra todo pronóstico, el mismo Sonic. Su personaje ha sido abordado como una especie de Roger Rabbit; alocado, pero no escandaloso; neurótico, pero no insoportable; y, sobre todo, optimista. La mayor parte de la película la pasa divirtiéndose de lo lindo, moviéndose de un lado a otro, soltano comentarios mordaces y haciendo cosas fantasiosas con su super-velocidad (su pelea en un bar lleno de maleantes motorizados es desternillante), y su entusiasmo termina por contagiársele al espectador, que nunca llega a cansarse de verlo hacer sus locuras. Pienso que una gran razón para ello es, justamente, que hayan cambiado su diseño por uno que se pareciera al de los juegos, pero no lo digo por ser un fanático de mente cerrada de aquellos. Lo digo porque sirve para poner al público en la mentalidad de que Sonic es un personaje de dibujos animados, como Roger Rabbit, que también hacía payasadas sin parar y sin que nadie se lo reprochara -de ahí la comparación que he establecido-. Hasta donde recuerdo, la última vez que se intentó unir humanos con verdaderas caricaturas tridimensionales fue en Las aventuras de Rocky y Bullwinkle (2000), que no he podido ver.

Pero las andanzas de un Sonic hollywoodense no son lo único que me lleva a recomendar esta película.

La pelea de gallos entre las películas de Marvel y DC ha llevado tanto a la industria del cine de Hollywood como a su público y a sus críticos a creer que las adaptaciones en vivo solo se pueden hacer de dos maneras; u “oscuras y realistas”, como el Batman de Christopher Nolan, o “irónicas” y propensas a burlarse de sí mismas salvajemente, como el Batman de Joel Schumacher. Tanto por parte de sus realizadores como de sus espectadores, ambas formas son abordadas a partir de la suposición de que cualquier persona que prefiera la otra es maligna, tanto a nivel político como moral. Debido a esto, se ha perdido la tendencia que se tenía con Superman II, Batman (1989), o el Spider-Man de Sam Raimi; la de presentar las historias con “sinceridad”. Es decir, sabiendo que son historias irreales acerca de héroes insólitos salvando mundos enteros de la amenaza de villanos dementes que se ríen solos a carcajadas, optan por contarlas tal como son. Sin necesidad de “justificarlas” o “anclarlas a la realidad”, ni de asegurarle a la audiencia constantemente ‘no se preocupen, sabemos que esto es una ridiculez que no debería gustarle tanto a nadie'”.

Sonic no hace nada de eso. Sonic es una película sobre una caricatura de erizo azul, capaz de hablar y de correr muy rápido, que se enfrenta a un científico loco vestido de rojo y con un bigote muy poblado, y salva al mundo. El argumento nunca es relatado como si fuera otra cosa. Tiene humor, pero no se tira pullas a sí misma todo el rato. Tiene momentos serios, pero no pesimistas. Sus realizadores no sienten vergüenza del material con el que están trabajando, y por lo tanto no intentan justificar su existencia, ni justificarse a sí mismos. Saben que tienen un personaje que no necesita ubicarse en una u otra de esas alternativas para triunfar; saben que de un extremo al otro hay un espectro, y han ubicado su película dentro de él. Y por eso la recomiendo. Por eso digo que mis esperanzas de ver a Sonic reivindicado se han hecho realidad. Y sé que hay otros como yo, aunque no abramos la boca para no exponernos; y sus esperanzas, ojalá, también se han visto cumplidas.

 

En conclusión: Necesitamos más películas como Sonic: La película.

El Hombre Araña (1977)

Título original: Spider-Man
País de origen: EEUU
Género: Acción, aventura, superhéroes
Año: 1977
Duración: 90 minutos

NOTA: Se ha dicho que esta película tiene un doblaje latino, pero yo no lo conseguí. El video de YouTube más abajo está en inglés y sin subtítulos.

Esta película era un unitario (telefilm) que se estrenó en Estados Unidos con el propósito de que hiciera las veces de “capítulo piloto” de una serie de televisión de Spider-Man, el Hombre Araña; el mismo año se estrenó un unitario basado en otro personaje, Hulk, con el mismo propósito. El unitario de Hulk llevó al estreno de la serie clásica “El hombre increíble”, con Bill Bixby y Lou Ferrigno, pero la serie de Spider-Man sufrió cambios de horarios constantes por parte de la CBS -el canal en el que la pasaban- y acabó siendo cancelada después de doce capítulos; la CBS dijo que no querían ser vistos como “el canal de los superhéroes”. Faltaba un año para Superman (1978) y doce para Batman (1989), y antes de entonces, hacer superhéroes “en vivo” y “en serio” era para que se burlaran de ti. El Batman de Adam West era una comedia a propósito y la gente (o por lo menos la población adulta) lo sabía; por eso fue un éxito tan grande.

Mi razón para ver esta película es doble; una emoción que tengo con los superhéroes en este momento, y un recuerdo grato de las “Conde Aventuras!”, los unitarios de Er Conde del Guácharo (¡próximamente aquí en Ognimod!). Veamos si, a pesar de las carencias propias de su tiempo, El Hombre Araña se las arregla para que el espectador la pase bien.
—————————————————————————————————————————————
Peter Parker, universitario de Nueva York con aspiraciones a conseguir un trabajo fijo como fotógrafo del periódico “El Clarín” (el Daily Bugle, no el periódico de Argentina), es mordido por una araña accidentalmente bañada en radiación. Para conseguir dicho trabajo, Peter deja escapar frente a su jefe, el editor odioso J. Jonah Jameson, que él conoce al “hombre araña” que ha sido visto por las calles subiéndose a las paredes sin caerse, que lleva un traje azul y rojo, que lanza telarañas por las manos, y que él le puede conseguir sus fotos; acto seguido, Peter se confecciona su traje clásico y construye sus lanzatelarañas para poder tomarse fotos a sí mismo en acción. Mientras tanto, un terrorista misterioso está controlando las mentes de los neoyorquinos para obligarlos a cometer crímenes y luego suicidarse, y está amenazando con obligar a diez personas a matarse al mediodía de cierta fecha a no ser que la ciudad le pague cincuenta millones de dólares. Peter decide utilizar sus nuevos poderes para detener a este villano y salvar la ciudad.

Normalmente, este tipo de películas se convierten en carne de payasos (nunca humoristas) de la Internet dedicados a describir el aspecto de la producción y los efectos especiales con groserías, y juzgar la película entera con base en ello. Yo tengo una queja más fundamental: La adaptación elimina por completo el personaje del tío Ben. Es común que los personajes de Marvel sean trágicos y sus vocaciones heroicas sean un castigo del destino y no una elección; la serie de “El hombre increíble”, aunque cambiaba el origen de Hulk, sí conservaba la tragedia del Dr. Banner y su destino de tener que convertirse eternamente en un monstruo verde bruto y perseguido. En el caso de Spider-Man, es comúnmente sabido que su tío Ben fue asesinado por un criminal al que el propio Peter, con todo y poderes, no le dio la gana de capturar en un ataque de egoísmo. Obligarse a sí mismo a hacer lo que es correcto como auto-escarmiento es uno de los rasgos que más le define como superhéroe y que más “conectan” a sus lectores con él; ¿quién no ha sentido, a esa edad, que su vida entera se ha ido al cuerno para siempre por culpa de una sola decisión equivocada? Pero en esta película, Ben no existe y Peter acaba dedicándose al superheroísmo simplemente porque sí; porque no tiene nada mejor que hacer. ¿Así cómo puede el público conectar con él? Pero la verdad es que no hay forma de conectar con ninguno de los personajes; todos están prácticamente de adorno, para ir tachándolos de una lista a medida que salen. Poco se puede decir de ellos, porque parecen secundarios y hasta terciarios en su propia película, incluyendo, tristemente, a la chica que le gusta a Peter; su motivación es que es hija de una de las víctimas del terrorista y nada más. Si son ustedes venezolanos, imagínense una entrega de “Conde Aventuras!” pero sin el Conde del Guácharo, nada más con el resto del reparto, y se harán media idea.

Peter es interpretado por Nicholas Hammond, un actor que, por el tono de voz que utiliza como de “¡ay, nooooooooooo! ¿pero por qué me tiene que estar pasando esto a mí?”, parece que canalizara a Mark Hamill interpretando a Luke Skywalker en la primera de La guerra de las galaxias (1977, mismo año que esta película), lo cual después de un rato llega a molestar un poco. No sé a qué edad promedio entran los norteamericanos a la universidad, pero Hammond luce bastante mayor, tanto, que la primera vez que lo vi pensé que el personaje no era Peter Parker. ¡Imagínense!
Todavía vemos que ciertos miembros de la sociedad le tienen disgusto a Peter y aborrecimiento total a Spider-Man, pero en vez de ser J. Jonah Jameson (que en esta versión es antipático y fácil de enfadar, pero no detestable), es un personaje inventado, el capitán Barbera (no, su nombre de pila no es Joseph), un policía estereotipo de ítalo-americano que se pasa toda la película enfadado, pegando gritos, berreando órdenes e insultando a Peter con sarcasmos tipo “¡Claro! ¡Claro que no sabes dónde está el dinero robado! ¡Debes creer que nací ayer! ¡Te estoy vigilando!”. La culpa no es de su actor, Michael Pataki, sino del guión, que establece que la sospecha que tiene Barbera de la culpabilidad de Peter es comlietamente repentina y sin más fundamentos que “a Peter tiene que odiarlo alguien porque es Peter”. En los últimos capítulos de la serie, directamente optaron por eliminar al personaje por completo, supongo que porque simplemente no encontraban qué hacer con él.
Y el terrorista, un tal Señor Byron, no tiene más motivación que “soy muy malo, muajajajajaja”. Pero de él se puede decir una sola cosa: que su imagen pública es la de un gurú de la autoayuda con muy buenas referencias y cuyos alumnos siempre están hablando de la razón que tiene y de las cosas tan sabias y verdaderas que dice; luego Peter visita uno de sus seminarios y resulta que el tipo se pasa todo el tiempo insultando a su público, diciéndoles que son unos fracasados, que no sirven para nada, y que no vale la pena que traten de ser felices. Si se trata de alguna sátira elocuente y mordaz, no la entendí.

La única escena de acción que recuerdo es ver a Spidey infiltrarse en la torre de Byron y ser atacado por ninjas con espadas de madera. La pelea es como de niños pequeños en el patio de un colegio y me recordó a las de Viaje a las estrellas: La serie original; pero en esa serie había personajes interesantes y guiones buenos, que esta película, como ya he dicho, no tiene. Y aunque no quisiera, estoy obligado a hablar de los efectos especiales, así que los voy a dejar en el puesto en el que tienen que estar siempre en estos casos; de último. Cuando Spidey sube por las paredes, a veces es con un croma, como en el Chapulín Colorado, pero la mayor parte del tiempo es subiendo al doble de riesgo colgado de una correa que no vemos. Es aquí donde se notan las carencias del presupuesto (y eso que, incluso en términos de presupuesto televisivo norteamericano de la década de 1970, la película fue bastante cara), ya que el doble mueve las manos y pies débilmente, fingiendo que gatea, pero realmente lo están subiendo con una polea mecánica; y fíjense cómo resulta de desconcertante ver a una persona “flotando” sobre las paredes tratando de que parezca que las está trepando con las manos. Es difícil de describir. ¡Pensar que la extraña versión japonesa de 1978 lo hizo mejor!

Fuera de Estados Unidos, esta película no es conocida como una producción para la televisión, porque en regiones como Europa y América del Sur se estrenó en cines como si fuera una legítima superproducción de Hollywood (y yo que veía como un hecho sin precedentes el estreno de la versión de Sam Raimi en 2002). Más tarde se llegaron a tomar dos pares de capítulos de la serie y se unieron como si fueran dos películas más para hacerlas pasar por secuelas, con los nombres de “El Hombre Araña ataca de nuevo” y “El Hombre Araña: El reto del dragón”.

En conclusión: Me desagrada reconocerlo, pero la verad es que la película no me gustó. Los personajes están vacíos y no interesan, y representan un relato vacío que no interesa; es una película de acción, aventuras y superhéroes, sin acción, sin aventuras, y con apenas el mínimo de superhéroes para que nadie se queje de que el título es falso. Eso es un problema más grave que “jajajaja what effects so bad xDDDD these gringos stupids jajajajajaja”.

Dragon Ball: La magia comienza (1991)

 

País de origen: Taiwan
Género: Acción, artes marciales, aventura
Año: 1991
Duración: 86 minutos

Voy a realizar una declaración muy fuerte: Aunque estoy próximo a haber vivido en América Latina durante veintiocho años, nunca he visto un capítulo entero de ninguna versión de Dragon Ball, ni he sido fanático acérrimo. Puedo asegurar -no importando lo que haya dicho de pequeño, que seguramente dije cosas particularmente idiotas en aquella época- que se debe a falta de interés. No fue por falta de exposición, porque Dragon Ball fue quizás la serie japonesa más grande y avasallante de la década de 1990 en América Latina. Lo único que la igualaba en popularidad era Pokémon. Y al igual que la franquicia de Nintendo, el invento de Akira Toriyama era un negocio millonario que generaba toda clase de productos derivados. En Japón el manga original vendía y vendía (aquí no todo el mundo lo conocía; ni sabía que existía siquiera) y tanto allá como en el resto del mundo Bandai comercializaba juguetes y juegos; existían desde fundas de cama a ropa interior, y la industria pirata hacía también sus estragos, como hace con todo lo que es universalmente popular. Y es justamente de la industria pirata que se puede decir que estoy hablando ahora; pues esta película, de la cual vi trozos sueltos alrededor de 1997 que despertaron en mí una curiosidad (que no me decidí a saciar hasta veinte años después), no tiene la autorización oficial de Toriyama, a pesar de haber sido realizada por un legítimo estudio de cine taiwanés y con un director más o menos conocido por allá, que firmaba como Joe Chen.

Me resulta simultáneamente notable y natural que la reacción a esta película por parte de los admiradores latinos de Dragon Ball -que creó más otakus escandalosos e insoportables que Robotech y Caballeros del Zodíaco, si es que eso era posible- siga siendo de repudio absoluto y ofensa irreparable por sus diferencias con la serie de televisión por no contar con la colaboración de Toriyama; lo más bonito que se ha dicho de ella es que por lo menos no es tan mala como Dragonball Evolution, la versión de Hollywood (pero eso es fácil; a estas alturas cualquier adaptación de un animé es mejor que Dragonball Evolution). ¿Es tan mala realmente? No me pareció así; y desde esta entrada deseo contar mis pareceres con detalle.
—————————————————————————————————————————————-
La película no está basada en Dragon Ball Z, sino en la serie original, Dragon Ball a secas, la de la voz de Laura Torres; aquella que estaba inspirada por la clásica novela china “Viaje al oeste”. Como mencioné, Toriyama no concedió los derechos oficiales, por lo que varios de los personajes han sido cambiados de nombre (el doblaje latino, realizado a partir del doblaje en inglés, restablece algunos de los nombres, pero no todos); los orígenes de Goku como extraterrestre no existen, sino que él mismo afirma ser descendiente directo del Rey Mono, personaje de dicha novela (y tan venerado en China como su otro yo japonés); y en ningún momento se llama al Kamehameha por su nombre, ni la palabra es pronunciada. Además, enfrentado el libretista al reto de resumir el argumento en una hora y veinte minutos, optó por sacar su “chuleta” y copiar el argumento de una película animada oficial, “Dragon Ball: La leyenda de Shen Long”, pero adecuado al escaso presupuesto, los rodeos legales y ciertas decisiones creativas personales. Por lo tanto, hay más de Dragon Ball en esta película de lo que se imaginan los otakus.
Se trata de un tirano espacial, el Rey Horn, una especie de hombre-pescado con piel azul que se parece al villano de Voltron (la original) pero con cuernos gigantes, y cuyos labios no se mueven correctamente cuando habla. Ha venido a la Tierra en busca de las legendarias y mágicas Esferas del Dragón. En total son siete, y la leyenda dice que quien las reúna todas será capaz de invocar al dragón mágico Shen Long (no, no es el poder de Ryu), quien le concederá un deseo. Horn, según le explica él mismo a sus secuaces escapados de un plagio italiano de Terminator, planea reunir las Esferas para desear el control de todo el universo. El joven guerrero Son Goku, armado con sus habilidades de kung fu (el kung fu parece ser como el Ki de esta película, pues siempre se habla de qué tan bueno es “el kung fu” de los personajes) y un bastón mágico capaz de cambiar de longitud, se entera de estos planes cuando los villanos roban la Esfera que él custodiaba y su abuelo “Perk” (Gohan) desaparece, y reúne a un grupo de aventureros en un viaje para encontrar las demás Esferas antes que Horn; así como localizar al maestro Roshi, el único capaz de derrotar a Horn en combate.

La verdad es que el argumento poco importa; la película es ante nada una sucesión de escenas de acción rodadas al mejor estilo Hong Kong, con grandes saltos ayudados por cables, coreografías a la velocidad del rayo, edición descabellada y efectos de sonido de archivo capaces de cortar el aire. En ellas Goku se las verá contra su propio abuelo, durante el entrenamiento; contra “Cerdito” (Oolong), un cerdo antropomórfico pervertido capaz de cambiar de forma; y contra “Westwood” (Yamcha), su rival para la ocasión, quien aparece caracterizado como una parodia de Clint Eastwood -de ahí su nombre- antes de pasar el resto de la película con un uniforme blanco y una espada de cartón forrada de plateado. También veremos al maestro Roshi, fuerte y sabio pero con horrible debilidad por las chicas de menor edad que él, viéndose las caras contra varios de los secuaces de Horn e incluso contra Horn mismo. Estas escenas son divertidísimas, y su ritmo alocado y vertiginoso juega mucho a su favor a la hora de recrear la experiencia de ver una pelea de animé, pero con personas.
Los momentos de comedia son el tipo de humor “de mal gusto” como Oolong persiguiendo niñas para obligarlas a casarse con él, el maestro Roshi pidiendo verle el pecho descubierto a “Seetoh” (Bulma) a cambio de una de las Esferas, o el terror que le tiene Yamcha a las mujeres. Es notable que, cuando parece que Goku también piensa sobrepasarse con Bulma, tiene la fortuna de recordar justo a tiempo que su abuelo le enseñó que a las mujeres no se les debe tocar sin permiso (quienes lo hacen son “mañosos”, exclaman él y Bulma a la vez); de hecho, este Goku es bastante menos bromista y vago que el original, aunque no menos ingenuo y lleno de decisión guerrera. En lo físico, los actores son sorprendentemente convincentes -si bien Goku parece más el Michael Jackson de “Thriller”, y Roshi un señor joven rapado y con bigotes postizos- y la actriz que interpreta a Bulma se nota particularmente metida en su trabajo, aunque las palmas se las lleva Roshi y el baile estrafalario que ejecuta para llamar a la Nube Voladora.

Sí le encontré defectos; muchos diálogos redundantes e instancias de personajes explicándose situaciones ya establecidas o deducidas unos a otros, lo cual alcanza un clímax durante la visita a Roshi; unos efectos especiales de calidad muy desigual que incluyen explosiones de lo más realistas y dibujos animados de poca monta para representar ciertos poderes (la calidad de imagen es tan mala que no se llega a ver bien a la Nube Voladora cuando Goku monta sobre ella), y una escena final que termina tan repentinamente como surgió, pero que proporciona la cantidad más grande de peleas y efectos hasta el momento.

Dos de los datos más notables son que existe una versión llamada “Ultimate Edition”, de 2007, que incluye audio e imagen remasterizados y nuevos efectos especiales por computadora; pero yo recomiendo evitarla y buscar la original. Digamos que si son de esos a los que las Ediciones Especiales de Star Wars “les violaron la infancia”, lo que van a ver en ésta “violará” la de toda su familia y la de sus hijos que todavía no han nacido. El segundo dato notable es que, increíblemente, ésta no es la única película no-oficial de Dragon Ball en vivo; pues existe una anterior, coreana, de nombre “Dragon Ball: ¡Lucha, Son Goku! ¡Triunfa, Son Goku!”, que adapta la primera saga de la serie de televisión de principio a fin -incluso se permite adaptar Dragon Ball Z antes de tiempo con la aparición de Nappa, uno de los saiyajines malvados- con muchísimo menos presupuesto.

En conclusión: De poca monta, pero delirante y divertida, Dragon Ball: La magia comienza es una película que hay que ver… y de la que no hay que escuchar a otakus hablar.